martes, 26 de mayo de 2009

Arlequín y molino

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La joven que abre la puerta anuncia mi llegada. Tomo asiento y observo los tableros, los salones, el espacio cálido. El Teatro Popular, como una fotografía puesta a la fuerza en un álbum extraño (el centro de Medellín, edificios de educación, la registraduría, los templos y cantinas), regala desde la fachada una invitación a dejar en el umbral del ingreso los problemas del guión cotidiano. Abandono, esa es la palabra. Abandonar durante su presencia el gris agobiante que transmite la ciudad, el concreto, la arquitectura de una urbe funcional.

Mientras espero, la mirada se dirige hacia un arlequín y un molino de viento dibujados en la pared del patio principal. Su matrimonio que representa el número 30, juega con la agradable combinación de formas permitida en la pintura. La magia del arte así lo estipula, no existen leyes para la creatividad, y mucho menos cuando este teatro celebra tres décadas enfrentándose a la corriente de una sociedad formalizada, poco inclinada a los movimientos armónicos del cuerpo, la palabra y las expresiones bañadas en emoción y humanidad. Para el mundo de fábricas, basta fingir alegría y el vestido gris sirve de disfraz.

Dialogo con Iván, sentados al lado de la imagen sonriente del arlequín, la brisa que transmite el molino, múltiples tonalidades escapando de la pintura. Pero primero, ambos escapan de la realidad. Un buen escenario para recorrer la historia de un teatro que, aferrado a la tabla de un equipo consecuente y recursivo, se salvó de perecer como tantos semejantes. Su experiencia así lo refleja.

Las fortalezas incontables son relatadas con vehemencia. Declarado como patrimonio cultural de la ciudad, este recodo de la imaginación cuenta con sede propia desde 1992, aunque su memoria nos remonte a la sala de una casa en el barrio La Milagrosa. El itinerario incluye presentaciones periódicas en Bellas artes y una temporada en el actual instituto Ferrini.

“Maduras tinieblas”, para continuar con viajes, estuvo representando al país en Puerto Rico con la dirección de Iván, que justo un par de minutos antes de nuestro encuentro salía de un taller con jóvenes de escasos recursos. Talento tienen, la motivación les sobra. Ya el asunto es de compromiso y amor por lo que se hace. Formación financiada por nadie, pero más satisfactoria sin la motivación despectiva del lucro. Un teatro que hace honor a su nombre.

Al desprendimiento, el trabajo por abrir brechas y un equipo tan unido como tres episodios de obra, se suma la visión de un auditorio mayor, más lugares para añadir a los recorridos, pensar internacional. Conservar la calma en la tempestad, los meses difíciles, porque plata no hay pero se vive como se lucha, incluso con febril esfuerzo cuando la causa es un sitio con tantos amores.

No ser ajenos al presente de la cultura significa frustración. Sometida a las pretensiones o al interés específico del mandatario de turno, la política escrita de acuerdo a antojos prepara un panorama incierto. Es preciso reconocer las dádivas de recientes administraciones, personajes con mirada menos empresarial con retoques de civilidad. Ello afirma que al teatro se aproximan momentos generosos, contando con optimismo de superviviente. En última instancia, queda depender de un público en formación. Y así, con filosofía definida, estos treinta años se celebran por lo grande con los chicos.

Durante doce meses, el equipo que aquí tiene su abrigo (tres nombres en la jerarquía junto a siete artistas de planta) han decido crear su oferta para niños. Obras más coloridas para un público igual de exigente, crítico. Un trabajo arduo para el futuro del arte. A ellos, que ríen más alto, con menos disimulo, que comienzan a sentir la cultura y dan a las emociones la importancia envidiada por adultos, va dirigida esta fiesta de cumpleaños.

He aquí su aporte más significativo, la visión de una promesa y el aprendizaje adquirido.

El Teatro Popular, esta fotografía forzada como una manchita roja, azul o verde rodeada por cuadrados y círculos grises, la imagen sonriente de un arlequín entre la reunión críptica y gélida de la corte o la brisa fresca de un molino de viento, sólo puede reflejar juventud. El listado de letras convertidas en representación corporal y monólogos, no relaciona su extensión admirable con la lozanía que se permite desde el pavimento exterior.

Posiblemente no es un treintón. Más parece un niño con mucho mundo o una cándida quinceañera que repite.


Agradecimiento especial a Iván Zapata, Director general del Teatro Popular de Medellín.


1 comentario:

Nuestros Sueños dijo...

Que es la felicidad para vos?, la felicidad es un papel, eso es la felicidad?. No!, estas equivocado. La felicidad es esto, poder transmitirle a los demás lo que pasa por nuestras cabezas, lo que pensamos cada uno de nosotros, es nuestra libertad, es poder expresar lo que realmente sentimos, los sentimientos personales, NUESTRAS IDEAS. De que cada uno sepa lo que piensa el otro, que no hallan barreras para hablar, porque las ideas de cada uno, es la espada mas filosa que pueda existir, la mejor defensa que cada uno tiene, y por mas que la sociedad nos haga callar, hay que hablar igual, porque de las cientas personas que nos callan, solo una lo podrá entender, pero esa persona, en su momento se lo va a transmitir a otros, y eso es lo mas lindo que existe, la mayor felicidad.

Creo que vos tambien podes pensar igual que nosotros, te esperamos en nuestro blog.
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