viernes, 21 de mayo de 2010

Fidelidad

“…subí y bajé tantas veces del cielo al infierno
Que desgasté las escaleras…”
Caminar de noche, Enriqueta Antolín

Atónitos, sumergidos en la total incertidumbre, transcurrieron en silencio unos pocos segundos.
Un llanto lastimero, sutil al inicio, luego estridente, colmaba el pequeño cuarto.
Él fue el primero en voltearse y comenzar a mirarla tratando de encontrar una respuesta, una palabra acomodada, algo que sirviera como explicación sin serlo. Las lágrimas corrían por sus mejillas uniéndose en el mentón, para caer y empapar la blusa color azul. Se abalanzó hacia su cuerpo que temblaba y la abrazó con fuerza.
-Por confiar, esto le pasa a uno por confiar-, afirmó conteniendo un alarido desesperado.
Ella, reaccionando a su expresión o al momento, tapó su boca con ambas manos y gritó. Sólo un tenue sonido ahogado, cual eco perdido, logró escabullirse entre los dedos y salir como de un filtro.
Pensó en la fidelidad.
Sus ojos estaban vidriosos, resplandecientes, y lo miró. Advirtió en el rostro de Alberto la misma agonía, las lágrimas que ella sentía caer gota por gota en su blusa luego de recorrer sus mejillas.
Al pobre Beto sólo se le ocurrió decir: -Es cuestión de esperar para que la vida nos de otra ocasión. Ahora no vamos a echar culpas y quedarnos en esas-.

No la convenció. Golpeó el cojín del viejo sofá, y su rabia una vez más ascendió hasta su garganta, una vez más el nudo y la imposibilidad de gritar como lo hubiera deseado.
-No, vos sabés que yo creía en esta oportunidad, creía que se podía, pero mirá-.
Se paró y tomó la botella de vino que había puesto una hora antes sobre la mesa. Suspiró hondo. Con su mirada recorrió impotente el cuarto colmado por el llanto lastimero y salió sin decir nada más. Por ahora poco le importaba, y su reacción no era exagerada.
Beto se limitó a enjugar sus lágrimas con la camiseta que tantas veces había apretado con orgullo. Con este resultado, estaban fuera de la final.