martes, 19 de abril de 2011

Bestial

Periodismo es decir "Lord Jones ha muerto"
a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo...
G. K. Chesterton

Ya no sólo es el constante desfile de los animales que deleitan las ataráxicas sesiones del congreso entre maromas y gracias: paquidermos sigilosos que con cautela felina pasean sus trompas por doquier, plagas de roedores que se comen hasta las sillas y a todo le meten mordisco, o los micos que se trepan en las leyes y aportan un leve “golpe de ala” a la cosa política.

Hemos aumentado considerablemente el número de especies y los taxónomos no habían tenido tanto camello en tierras colombianas. El negocio siempre depende del marrano; el caballo grande, ande o no ande; las mulas enriquecen a los peces gordos; la zorra del barrio sale con el más perro, y es mejor no mencionar a las innombrables culebras.

Pero ahora, la criptozoología ha posado sus ojos en los seres mitológicos de nuestra patria que parecen fusiones caprichosas de dioses, entretenimiento para mortales justo en el circo de pulgas que habitamos. Con suficiente ralea para posar al lado de la mantícora, el basilisco, la quimera, el grifo y la anfisbena, nuestras dos aves recientemente aceptadas en el catálogo de las autoridades en el tema habrán asegurado su perpetuidad para sorpresa de las autoridades policiales.

La primera es una paloma mensajera que se intentó meter a la Cárcel Modelo de Bucaramanga el 18 de enero con cuarenta gramos de marihuana y cinco de bazuco. Mucha yerba para un animalito que bíblicamente se fue hasta el monte y trajo sólo una matica de olivo. Según los uniformados que se daban una vuelta por los alrededores del penal, el peso de semejante columbograma facilitó su captura. Sobre el peso de la ley, no está claro como se aplica en “palomas jíbaras”.

Y el segundo es una pieza de colección, un raro ejemplar conocido en Barranquilla como “Lorenzo”. Este simpático lorito con dotes de sapo, y apelativo de campana, fue acusado de ser el que se las cantaba a los expendedores de una plaza de mercado de la capital de Atlántico. Tres días después de ser arrestado en septiembre de 2010, el lorito volvió a las manos de su dueño, quien calificó el hecho como un “falso positivo” y desmintió la versión de los policías, cansados ya de escucharlo corear “corre, corre, que te coge el gato”.

Así es la vida. Si no quedamos los mortales en los libros, o algunos lo logran incluso hasta irse perdiendo y su cédula volviéndose borrosa, que se ganen estas bellas especies su lugar en la historia y la inmortalidad. Dejémosle algo a las futuras generaciones que se reirán un poco de aquel pueblo olvidado de la tierra mítica de Colombia…