Su Santidad,
Comienzo contándole
que ya no me disfrazo; pero disfruto mucho el despliegue de creatividad que la
fiesta de las brujas amerita con sana impresión; aplaudo hasta el mínimo
rechazo a la zona de confort, reírse al paso de cercanos y ajenos, o dar un
recorrido ansioso por películas de chicas sollozantes en la sombra, aguardando
con el corazón como tambor al sicópata venido a menos. Pero ahí termina la
farsa. Sigue siendo un gustico en calma, y saca a flote una máscara más atroz y
nociva: la del sepulcro blanqueado que anuncia el evangelio.
Por ello,
preocupan las intenciones macabras de ciertos personajes ultraderechistas y
ultraconservadores, enemigos acérrimos del Halloween,
confabulando el parto de leyes fascistas. Cómodos ellos, muy cómodos; con
empleos de alta remuneración se permiten pontificar, y las celebraciones sin
clase social, a lámpara de razón, los desvelan.
Francisco, por
favor, dígales que se callen. De paso, exíjales que dejen la pendejada de andar
satanizando todo lo que no proviene de su creencia y culto. Lucifer gasta su
tiempo elucubrando argucias para meterle soberbia y lujuria al corazón de los
siervos más queridos del Señor. Valioso recordar el ejemplo de San Francisco de
Asís, restaurador de la Porciúncula, y sus terapias de frío para la tentación.
Le concedo la
médula epistolar: “Ocupaos de la maldad latente, no de la inocente conjugación
de folclor y fe, que Dios, el maestro, Alfa y Omega, sabrá discernir el mal en
los corazones y la paz en la ventisca; mas reserva el Señor su brazo implacable
para los que, desde púlpitos alzados en marmórea roca, se entregan a bajas
procesiones de lascivia.” Puro testamento antiguo con acento profético.
He oído en
sinnúmero de canales y al unísono entre creyentes, que es usted una persona de
gustos simples, como yo. Los niños se divierten, la gente se reúne y arma
chistes en colectivo, los colegios dan descanso a la cátedra y los dulces van y
vienen; comparar eso con el Samhain
celta es de mentes enfermas. Empiece por ofrecerles, a cambio de su obediencia,
una copia firmada de la encíclica Lumen fidei,
o prometa invitación al lanzamiento de Beati
pauperes; yo tengo Rerum novarum
con dedicatoria de León XIII, y le digo que es un buen detalle.
Recuérdeles a
semejantes víboras osadas que Roma
locuta, causa finita. Si así lo desea el Sumo Pontífice, yo redacto la
cartica, y usted sólo la firma. Pero que sea sencilla, como sus gustos; más
claro, como esta misiva, como usted, como yo.
Atentamente,
Nerön Navarrete