viernes, 6 de mayo de 2011

Llaves

Con mi chaqueta puesta lo mataron. Bueno, no sé si lo mataron, pero cinco tiros alcancé a escuchar antes de desaparecer corriendo. Como todos, claro, como todos, porque nadie se queda a ver como acaban de matar a un amigo. Estoy cerca de la casa; una cuadra más, y en la pieza me voy a sentir aliviado.

Marica, pero mataron a Rodrigo, y con mi chaqueta puesta.
¿Será que me estaban buscando a mí?
No, imposible. El parrillero de la moto se bajó, nos miró las caras, y se detuvo en el pobre que estaba todavía riéndose de un comercial de carros. Fue el último en ver la sombra que se acercaba, el último en quedar pasmado. El metal brilló con el fulgor de las lámparas del parque, y los destellos que salieron del tambor nos pusieron a emprender carrera. Como en una competencia, algo así, como el disparo de salida. Como atletas que intentan salvar su vida.

Cinco tiros, carajo, eso es mucho plomo. Estoy escuchando una moto, va lento, va buscando, con el olfato de los ocupantes en su mejor momento. El sudor, buscan el sonido de un corazón palpitando fuerte por la huida y el apure. Las llaves, las llaves, que ya llegué, apenas entre apago todo y me quedo quieto en la sala, que no sepan por dónde me escapé. Fueron por mí, vienen por mí; mis llaves ¿dónde las dejé? Tengo que entrar ya…

La moto está volteando la esquina, y los dos ocupantes me acaban de ubicar con la mirada. Claro, se voló el que era, y mataron al equivocado, al pobre Rodri que se quedó con mi chaqueta, y las llaves guardadas en uno de los bolsillos…

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