El título del libro es una pretensión de conjuro y azar: El castillo de los destinos cruzados. La
novela, dividida en dos escenarios de densidad mordaz, versa alrededor de las
existencias, los pasos, los fracasos y los milagros que ejercen personajes
desconocidos, todos buscando refugio, todos en un encuentro inesperado con
audiencia dispuesta al banquete o las copas; su suerte es el sino
trágico o afortunado. Pero el detalle más consistente es que en ambos espacios
–el castillo y la taberna–, todos los presentes pierden la voz, y sólo pueden
construir su relato con las cartas del tarot (barajas de Visconti-Sforza y
Marsella respectivamente). Es por ello que el inicio de cada memoria precisa el
esfuerzo de descifrar la intención, adivinar en un acto de clarividencia el
origen de la esencia particular que cada quien ha traído hasta la mesa de los
extraños. Los nombres de los capítulos son testimoniales: historia de la novia condenada, historia
de un ladrón de sepulcros, o historia
del bosque vengador.
Al escritor cubano Italo Calvino (más
recordado por Las ciudades invisibles
o Si una noche de invierno un viajero)
le tomó cinco años cumplir la tarea de esta obra astronómica. Merced a su
impulso, sintió el deseo de conjugar el icono con su posibilidad
interpretativa. Publicado en 1973, El
castillo de los destinos cruzados es incluso en palabras del mismo autor
uno de sus mejores trabajos, y no se aleja de los conceptos que sobre él se han
elaborado. Además de la cartografía caprichosa compuesta por el conjunto de protagonistas,
el grupo de viajeros, la falta de voz y el mazo como único lenguaje, son los
símbolos del poder, el amor y la locura los que dan puntadas certeras para convertir
los relatos en uno solo: la humanidad representando el papel minúsculo de sus
agonías, limitada por el tiempo ante los ojos indiferentes de la historia.
“Ahora prepara una mesa para dos, espera el regreso del marido y espía
cada movimiento del follaje de este bosque, cada carta que cae de esta baraja
del tarot, cada golpe de efecto en esta urdimbre de cuentos, hasta llegar al
final del juego. Entonces sus manos desparraman las cartas, mezclan la baraja,
vuelven a empezar desde el principio.”
***
El castillo de los destinos cruzados (traducción de Aurora
Bernárdez), Ediciones Siruela.
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