miércoles, 30 de octubre de 2013

Es la pura verdad


Es la pura verdad. Los aplausos iniciaron inmediatamente concluye su interpretación a capella de El día que me quieras, ese tango gardeliano que le hace poema a la indiferencia con campanas al viento y estrellas celosas, y el público nada indiferente le agradece al cantante golpeando sus palmas, y hasta cruza en ese repiqueteo el silbido de alguien en la última banca; pero cójase el cambio: de ahí pasa con versatilidad de artista consagrado al Ave María de Schubert, se pone cálido el ambiente de plegaria a la santa virginidad de la inmaculada mater et magistra, retumba el auditorio a la marcha de las trepidaciones que mueven el cuello del hombre parado en el centro, mientras asciende hasta el techo la fluidez del cansino dominus tecum.

Presenta disculpas por la ebriedad luego de la segunda tanda de aplausos, manda el índice al timbre, anuncia que ya llegó, que acá se tiene que bajar, mil gracias por sus cariños, y concluye el concierto improvisado.

—Hay cosas que sólo pasan en los buses de Santa Elena —dice una mujer compartiendo sorpresa.


Y viéndolo bien, es la pura verdad.  


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